Una vez mas la Universidad Pública y en concreto la Hispalense ha demostrado su adscripción al status quo, su inmovilidad, su falta de dinamismo para con la sociedad. La miopía de esta Universidad es un mal endémico que sufrimos los ciudadanos, los andaluces que vivimos en su entorno de afección y fundamentalmente aquellos que por el nivel de ingresos no tenemos más remedio que acudir a la enseñanza superior pública, independientemente de la ponderación social que realicemos de los servicios públicos.
Una Universidad que desde hace mucho tiempo, pongamos y siendo bastante cicateros “Décadas”, viene pecando continuamente en la mas dañina de las transgresiones intelectuales y me refiero a la endogamia. Una institución nacida para la enseñanza superior, que en muchos aspectos, y muchas de sus aulas castiga al alumno discrepante, al racionalista, al que pregunta el porqué de las cosas, al que no comulga con la rueda de molino que previamente a consagrado un Departamento o Cátedra y servido por un cuerpo de profesores donde muchos no conocen mas de su profesión o del exterior que lo aprendido en la misma escuela donde imparte clases u en otra prima hermana. No teniendo mas peso profesional que el peso de los títulos académicos que ha reunido a lo largo de su vida, como un niño, cuando colecciona un álbum de cromos o de sellos. Cuando no, y en el peor de los casos, visto desde el punto de vista ético, el máximo exponente de su trayectoria es la vinculación sanguínea o política con algún preboste universitario.
Una máquina lenta, asincrónica con su tiempo, con el mundo real, aquel que subyace más allá de los propios muros que limitan la institución. Una hipérbole de la Caverna.
Todos sabemos y no queremos recordar aquellos profesores, verdaderos mantas del conocimiento y los otros; los mantas de la transmisión, y los sádicos, que basados en una altísima y errónea autoestima, disfrutaban humillando al alumnado. Para con ellos, la mente se resiste a recordarlos, ofrece una resistencia férrea incluso para nombrarlos. Por otra parte, también es cierto, que en este ambiente docente corrosivo había y hay individuos que sobrevivían y sobreviven como auténticas personas y dignísimos maestros, todo hay que decirlo. Son los menos y para con ellos siempre tendremos el grato recuerdo y sin duda los llevamos cerca del corazón, por no decir que han sido elemento esencial en la evolución de nuestro verdadero ser.
Con el proceso de Bolonia se ha abierto la puerta para transformar no sólo las instituciones de enseñanza superior sino la sociedad misma. Un proceso que es instado desde una visión política común, calificativo que es importantísimo porque si este proceso no naciera desde la visión europea, incluida toda Europa, dudo mucho; incluso apostaría mi mano derecha, que desde instancias estatales se instara a un cambio tan sustancial en el modelo o en los modelos existentes. Pero la implantación de este proceso, que viene de arriba para bajo, pone de manifiesto, y el tiempo lo ha demostrado, las miserias de estas instituciones y en concreto la de la institución Hispalense.
Soy consciente que la implantación de este proceso es una tarea ardua y requiere el consenso de muchas instituciones y la convergencia de muchos intereses de sectores profesionales. Pero no es admisible en comparativo, que desde unas universidades privadas, esta implantación se haya realizado ya en tiempo y forma y se haya facilitado el acceso a los nuevos títulos de mercado a nuestro colectivo, aunque esto último se consiga con la única moneda que puede pagar el estudiante, es decir; su esfuerzo académico. Pero como es lógico en toda empresa, del signo que sea, el objetivo y fin último es generar un beneficio, y la adquisición de estos títulos se vea condicionada por el grosor del talonario. Pero para eso son privadas, reservadas para la élite.
Unos de los fines de la función pública y en concreto de las Universidades es eliminar la desigualdad, desde principios éticos, políticos e incluso morales, no discriminando al que está cargado de posible, del que no tiene, ni para tabaco. Facilitar el acceso en igualdad de condiciones obviando los diferenciales económicos.
Desgraciadamente, la maquinaria lenta, pesada, descompensada, como un torno del espacio soviético, de la Hispalense, no es capaz de estar a la altura de estos fines públicos.
Bajo esta radiografía, me pregunto ¿Cómo hemos sido tan ingenuos, los miembros de nuestro colectivo de creer que esta institución iba a estar a la altura de los tiempos y de las circunstancias que conlleva el nuevo espacio europeo de educación superior?. ¿Cómo hemos podido pensar que los prebostes de esta institución iban a ser gala del concepto universal que los califica en la institución y que no iban a acobardarse, cuando no a convertirse en paladines, de intereses desmedidos de otros colectivos?
Quisiera reseñar que la implantación de la nueva titulación de Ingeniería de la Edificación, no viene a cumplimentar un vacío técnico-profesional en la estructura productiva de nuestra sociedad, muy al contrario, los arquitectos técnicos y los aparejadores, son los elementos que hasta hoy han estado desarrollando este trabajo y han demostrado su valía profesional.
En todo caso, cabría suponer que esta nueva titulación se aplicara como un complemento en la cualificación de los profesionales que desarrollen estas funciones a día de hoy. Y sobre esta base y considerando que es una imposición de arriba a bajo, son los organismos públicos de enseñanza, los que tienen la obligación de ofrecer la oferta en cuantías razonables para que estos titulados accedan a los complementos que el nuevo marco profesional y docente ha establecido, también desde lo público. Por ello las cien plazas ofrecidas por esta Institución para la incorporación de este colectivo a la nueva situación generada no es que sea más que insuficiente, es que es ridícula, es un acto de brindis al sol, una mofa a nuestro colectivo, una definición más de la calidad profesional de sus dirigentes. Un agravio sin excusas a los arquitectos técnicos y aparejadores y a la sociedad misma, un atentado al futuro laboral de técnicos que muchos de ellos han sido formados en sus entrañas, Una mordida a las esperanza que muchos de nosotros depositamos en la implantación de este espacio y porque no decirlo, a las ansias de que por una vez por todas, esta sociedad, reconozca y valore el trabajo de un colectivo que realiza su esfuerzo a la sombra de otros profesionales, tan mal cualificados o también, como nosotros. Un nuevo pecado de la institución que pasará a los anaqueles de su historia.
Si realizamos el análisis desde la óptica de las atribuciones, esta nueva titulación no viene a incorporar otras nuevas. Es decir; los futuros Ingenieros en la Edificación tendrán, al menos de momento, las mismas atribuciones que los actuales arquitectos técnicos, y si en un futuro son ampliadas, están nuevas atribuciones, tendrán que ser sudadas y abonadas, con el desarrollo de masters específicos. No nos engañemos, no van a ser gratuitas. Entonces cabe preguntarse: ¿Qué diferencia encontramos en este nuevo marco entre las dos titulaciones?. Absolutamente nada. Tan sólo que la nueva titulación es el trampolín para seguir creciendo profesionalmente y que también funcionará como tamiz para el acceso al mercado laboral. Y llegado este punto, hay que considerar que va a ocasionar la limitación de un derecho; el derecho al trabajo. Derecho reconocido por la Constitución Española. Y me explico: Cuando salgan los nuevos titulados, las empresas privadas no van a contratar a arquitectos técnicos y aparejadores cuando el mercado ofertará técnicos de grado con las mismas atribuciones, y los organismos públicos, harán desaparecer de sus convocatorias las titulaciones de arquitectos técnicos o aparejadores, porque si no entraría en una contradicción lógica y contractual o estatutaria en la función pública; dos titulados con las mismas atribuciones y desarrollando las mismas funciones, estarían encuadrados en grupos diferentes. Este es el futuro que nos depara dentro de la función pública.
Los nuevos titulados ejercerán dentro del grupo A y los arquitectos técnicos y aparejadores que estén ya dentro de la función pública no podrán aspirar a este grupo, aunque desarrollen las mismas funciones. Pero es más; los arquitectos técnicos y aparejadores que estén fuera de la función pública, no podrán, ni siquiera acceder a las convocatorias de su profesión. Simplemente, porque no las habrá.
Esto en la praxis es la limitación de un derecho, y la Universidad de Sevilla se convierte en cómplice en la limitación del derecho al trabajo de los arquitectos técnicos y aparejadores, al sacar tan pocas plazas para un colectivo tan cuantitativo.
Otro aspecto a contemplar es la cualificación profesional. Elemento que sin querer incidir en las carencias de un amplio sector docente de la Universidad de Sevilla, no nos queda más remedio que evaluar y comparar con el nivel de los titulados que ejercen la profesión desde hace tiempo en el mercado. Partiendo de la base, que gran parte de lo que se enseña en la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica, cualquier parecido o semejanza con la realidad del trabajo diario en el mercado de trabajo, es poco más que pura casualidad. Es decir; existe un desfase entre las nuevas tecnologías aplicadas en la estructura empresarial y lo enseñado. No podemos obviar que indiscutiblemente encontraremos mejores profesionales en el mercado que dentro de los muros de esta institución. Observamos y nos dimos cuenta, cuando nos integramos en el mercado de trabajo que la realidad no está presente en gran parte de las aulas. La institución vive ensimismada en ella misma, mirando las estrellas y perdiéndose muchas veces en especulaciones teóricas, discutiendo el sexo de los ángeles. Cuando el mercado, los procesos de trabajo, las circunstancias sociales y laborales van por otros derroteros.
¿Que pasaría si más de uno de nosotros examináramos a este cuerpo docente?. ¿Quién es capaz de establecer un criterio racional para evaluar y comparar el colectivo profesional con amplia experiencia en el mundo laboral y el colectivo docente en la institución?.
Quisiera por último expresar mi satisfacción y admiración por la labor desarrollada por la Dirección del Colegio Oficial de Aparejadores y arquitectos Técnicos de Sevilla y por la Dirección de la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica de la Universidad de Sevilla, que yo englobo dentro de aquellos profesionales del cuerpo docente que se mantienen en la retina de uno y que se recuerda siempre con alegría.
Sin más, espero que las negociaciones entre los elementos implicados, lleguen a buen puerto y que los elementos racionales logren vencer el obstusamiento de estos prebostes universitarios.
Mario Miranda Moreno
Arquitecto Técnico por la U.S.
Nº de Colegiado COAAT de Sevilla 4122
Una Universidad que desde hace mucho tiempo, pongamos y siendo bastante cicateros “Décadas”, viene pecando continuamente en la mas dañina de las transgresiones intelectuales y me refiero a la endogamia. Una institución nacida para la enseñanza superior, que en muchos aspectos, y muchas de sus aulas castiga al alumno discrepante, al racionalista, al que pregunta el porqué de las cosas, al que no comulga con la rueda de molino que previamente a consagrado un Departamento o Cátedra y servido por un cuerpo de profesores donde muchos no conocen mas de su profesión o del exterior que lo aprendido en la misma escuela donde imparte clases u en otra prima hermana. No teniendo mas peso profesional que el peso de los títulos académicos que ha reunido a lo largo de su vida, como un niño, cuando colecciona un álbum de cromos o de sellos. Cuando no, y en el peor de los casos, visto desde el punto de vista ético, el máximo exponente de su trayectoria es la vinculación sanguínea o política con algún preboste universitario.
Una máquina lenta, asincrónica con su tiempo, con el mundo real, aquel que subyace más allá de los propios muros que limitan la institución. Una hipérbole de la Caverna.
Todos sabemos y no queremos recordar aquellos profesores, verdaderos mantas del conocimiento y los otros; los mantas de la transmisión, y los sádicos, que basados en una altísima y errónea autoestima, disfrutaban humillando al alumnado. Para con ellos, la mente se resiste a recordarlos, ofrece una resistencia férrea incluso para nombrarlos. Por otra parte, también es cierto, que en este ambiente docente corrosivo había y hay individuos que sobrevivían y sobreviven como auténticas personas y dignísimos maestros, todo hay que decirlo. Son los menos y para con ellos siempre tendremos el grato recuerdo y sin duda los llevamos cerca del corazón, por no decir que han sido elemento esencial en la evolución de nuestro verdadero ser.
Con el proceso de Bolonia se ha abierto la puerta para transformar no sólo las instituciones de enseñanza superior sino la sociedad misma. Un proceso que es instado desde una visión política común, calificativo que es importantísimo porque si este proceso no naciera desde la visión europea, incluida toda Europa, dudo mucho; incluso apostaría mi mano derecha, que desde instancias estatales se instara a un cambio tan sustancial en el modelo o en los modelos existentes. Pero la implantación de este proceso, que viene de arriba para bajo, pone de manifiesto, y el tiempo lo ha demostrado, las miserias de estas instituciones y en concreto la de la institución Hispalense.
Soy consciente que la implantación de este proceso es una tarea ardua y requiere el consenso de muchas instituciones y la convergencia de muchos intereses de sectores profesionales. Pero no es admisible en comparativo, que desde unas universidades privadas, esta implantación se haya realizado ya en tiempo y forma y se haya facilitado el acceso a los nuevos títulos de mercado a nuestro colectivo, aunque esto último se consiga con la única moneda que puede pagar el estudiante, es decir; su esfuerzo académico. Pero como es lógico en toda empresa, del signo que sea, el objetivo y fin último es generar un beneficio, y la adquisición de estos títulos se vea condicionada por el grosor del talonario. Pero para eso son privadas, reservadas para la élite.
Unos de los fines de la función pública y en concreto de las Universidades es eliminar la desigualdad, desde principios éticos, políticos e incluso morales, no discriminando al que está cargado de posible, del que no tiene, ni para tabaco. Facilitar el acceso en igualdad de condiciones obviando los diferenciales económicos.
Desgraciadamente, la maquinaria lenta, pesada, descompensada, como un torno del espacio soviético, de la Hispalense, no es capaz de estar a la altura de estos fines públicos.
Bajo esta radiografía, me pregunto ¿Cómo hemos sido tan ingenuos, los miembros de nuestro colectivo de creer que esta institución iba a estar a la altura de los tiempos y de las circunstancias que conlleva el nuevo espacio europeo de educación superior?. ¿Cómo hemos podido pensar que los prebostes de esta institución iban a ser gala del concepto universal que los califica en la institución y que no iban a acobardarse, cuando no a convertirse en paladines, de intereses desmedidos de otros colectivos?
Quisiera reseñar que la implantación de la nueva titulación de Ingeniería de la Edificación, no viene a cumplimentar un vacío técnico-profesional en la estructura productiva de nuestra sociedad, muy al contrario, los arquitectos técnicos y los aparejadores, son los elementos que hasta hoy han estado desarrollando este trabajo y han demostrado su valía profesional.
En todo caso, cabría suponer que esta nueva titulación se aplicara como un complemento en la cualificación de los profesionales que desarrollen estas funciones a día de hoy. Y sobre esta base y considerando que es una imposición de arriba a bajo, son los organismos públicos de enseñanza, los que tienen la obligación de ofrecer la oferta en cuantías razonables para que estos titulados accedan a los complementos que el nuevo marco profesional y docente ha establecido, también desde lo público. Por ello las cien plazas ofrecidas por esta Institución para la incorporación de este colectivo a la nueva situación generada no es que sea más que insuficiente, es que es ridícula, es un acto de brindis al sol, una mofa a nuestro colectivo, una definición más de la calidad profesional de sus dirigentes. Un agravio sin excusas a los arquitectos técnicos y aparejadores y a la sociedad misma, un atentado al futuro laboral de técnicos que muchos de ellos han sido formados en sus entrañas, Una mordida a las esperanza que muchos de nosotros depositamos en la implantación de este espacio y porque no decirlo, a las ansias de que por una vez por todas, esta sociedad, reconozca y valore el trabajo de un colectivo que realiza su esfuerzo a la sombra de otros profesionales, tan mal cualificados o también, como nosotros. Un nuevo pecado de la institución que pasará a los anaqueles de su historia.
Si realizamos el análisis desde la óptica de las atribuciones, esta nueva titulación no viene a incorporar otras nuevas. Es decir; los futuros Ingenieros en la Edificación tendrán, al menos de momento, las mismas atribuciones que los actuales arquitectos técnicos, y si en un futuro son ampliadas, están nuevas atribuciones, tendrán que ser sudadas y abonadas, con el desarrollo de masters específicos. No nos engañemos, no van a ser gratuitas. Entonces cabe preguntarse: ¿Qué diferencia encontramos en este nuevo marco entre las dos titulaciones?. Absolutamente nada. Tan sólo que la nueva titulación es el trampolín para seguir creciendo profesionalmente y que también funcionará como tamiz para el acceso al mercado laboral. Y llegado este punto, hay que considerar que va a ocasionar la limitación de un derecho; el derecho al trabajo. Derecho reconocido por la Constitución Española. Y me explico: Cuando salgan los nuevos titulados, las empresas privadas no van a contratar a arquitectos técnicos y aparejadores cuando el mercado ofertará técnicos de grado con las mismas atribuciones, y los organismos públicos, harán desaparecer de sus convocatorias las titulaciones de arquitectos técnicos o aparejadores, porque si no entraría en una contradicción lógica y contractual o estatutaria en la función pública; dos titulados con las mismas atribuciones y desarrollando las mismas funciones, estarían encuadrados en grupos diferentes. Este es el futuro que nos depara dentro de la función pública.
Los nuevos titulados ejercerán dentro del grupo A y los arquitectos técnicos y aparejadores que estén ya dentro de la función pública no podrán aspirar a este grupo, aunque desarrollen las mismas funciones. Pero es más; los arquitectos técnicos y aparejadores que estén fuera de la función pública, no podrán, ni siquiera acceder a las convocatorias de su profesión. Simplemente, porque no las habrá.
Esto en la praxis es la limitación de un derecho, y la Universidad de Sevilla se convierte en cómplice en la limitación del derecho al trabajo de los arquitectos técnicos y aparejadores, al sacar tan pocas plazas para un colectivo tan cuantitativo.
Otro aspecto a contemplar es la cualificación profesional. Elemento que sin querer incidir en las carencias de un amplio sector docente de la Universidad de Sevilla, no nos queda más remedio que evaluar y comparar con el nivel de los titulados que ejercen la profesión desde hace tiempo en el mercado. Partiendo de la base, que gran parte de lo que se enseña en la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica, cualquier parecido o semejanza con la realidad del trabajo diario en el mercado de trabajo, es poco más que pura casualidad. Es decir; existe un desfase entre las nuevas tecnologías aplicadas en la estructura empresarial y lo enseñado. No podemos obviar que indiscutiblemente encontraremos mejores profesionales en el mercado que dentro de los muros de esta institución. Observamos y nos dimos cuenta, cuando nos integramos en el mercado de trabajo que la realidad no está presente en gran parte de las aulas. La institución vive ensimismada en ella misma, mirando las estrellas y perdiéndose muchas veces en especulaciones teóricas, discutiendo el sexo de los ángeles. Cuando el mercado, los procesos de trabajo, las circunstancias sociales y laborales van por otros derroteros.
¿Que pasaría si más de uno de nosotros examináramos a este cuerpo docente?. ¿Quién es capaz de establecer un criterio racional para evaluar y comparar el colectivo profesional con amplia experiencia en el mundo laboral y el colectivo docente en la institución?.
Quisiera por último expresar mi satisfacción y admiración por la labor desarrollada por la Dirección del Colegio Oficial de Aparejadores y arquitectos Técnicos de Sevilla y por la Dirección de la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica de la Universidad de Sevilla, que yo englobo dentro de aquellos profesionales del cuerpo docente que se mantienen en la retina de uno y que se recuerda siempre con alegría.
Sin más, espero que las negociaciones entre los elementos implicados, lleguen a buen puerto y que los elementos racionales logren vencer el obstusamiento de estos prebostes universitarios.
Mario Miranda Moreno
Arquitecto Técnico por la U.S.
Nº de Colegiado COAAT de Sevilla 4122
No será que al Rector de la Universidad de Sevilla y su cuadrilla no le interesan que existan ingenieros de la edificación por la posibilidad de que puedan pisarles el trabajo a los Ingenieros Industriales.
ResponderEliminar¿ QUE TITULACIÓN TIENEN EL RECTOR MAGNIFICO Y SU ORGANO DE GOBIERNO ?..........
¿ BAJARON EL NUMERO DE PLAZAS A 250 CUANDO SE SOLICITARON MUCHAS MAS?, ¿ PORQUE ?