martes, 3 de agosto de 2010

LOS MALABARES VERBALES.


Los malabares verbales, verborrea ó dicho de otro modo el supuesto “arte” de tergiversar el uso de las palabras, es como digo un “arte” del que los políticos/as hacen gala en las apariciones que, por desgracia para el resto, hacen continuamente en los medios. Esa capacidad de decir digo, donde digo Diego, creía era un terreno vetado a ese exclusivo mundillo de la política. Me explico, cuando hacemos un examen (en el mundo docente), según el diccionario de la R.A.E. (que digo yo que de esto algo saben) es lo siguiente: “Prueba que se hace de la idoneidad de una persona para el ejercicio y profesión de una facultad, oficio o ministerio, o para comprobar o demostrar el aprovechamiento en los estudios.”
Bueno pues una de las cosas que he aprendido en éste curso de Adaptación a Ingenieros de la Edificación es que ahora ya no existen exámenes en la Universidad. Vamos a particularizarlo en la Universidad en la que nos hemos dejado las pocas neuronas vivas que nos quedaban, la Camilo José Cela de Madrid. Ahora, en éstos tiempos que corren, a los exámenes de toda la vida, los llaman Práctica presencial individual, ¡Toma ya! Descubramos las diferencias. Una Prueba Práctica en la Universidad CJC consiste en lo siguiente:
Te sientas sólo/a en una mesa delante de un enunciado que te acaban de entregar en silencio. El enunciado versa sobre una materia impartida en el curso y te toca resolverla en 45 minutos. Las materias están extraídas al azar del variopinto temario del curso, que no es poco, ni sencillo. ¿Conocemos la supuesta práctica? No. Es una sorpresa. ¿Te evalúan el resultado? ¡Pues claro que sí! Si la haces bien, obtienes una puntuación de más de cinco y si no la resuelves, pues menos de cinco.
Conforme a lo explicado. ¿Constituye una evaluación del aprovechamiento de unos estudios? Pues en mis cortas entendederas, no veo otra definición posible para lo que hicimos el sábado 24 de julio en las instalaciones de la UCJC de Madrid. Alguna vez, confío, en que las cosas puedan ser llamadas por su nombre y abandonar esa extraña afición que tiene su caldo de cultivo perfecto en el mundillo político, como es ejercer el cinismo militante y no llamar blanco a lo que es blanco y negro a lo que es negro. El mundo podría ser al fin, tal y como es y no como unas mentes preclaras quieren hacérnoslo ver. Al pan, pan y al vino, vino, como reza ese magnífico compendio de sabiduría ancestral española. Además suele ser más económico (en lo lingüístico) llamar a las cosas por su nombre, sobre todo si las palabras que las definen ya están inventadas. En lugar de Práctica Presencial individual de Evaluación Continua, podríamos llamarlo por un nombre más escueto, conciso, preciso y económico como es “EXAMEN”.
¿Cuál puede ser el motivo para ésta confusión de los términos? Pues como los antiguos charlatanes de feria intentaban venderte a toda costa su mágica loción capilar hoy intentan venderte otras cosas, como por ejemplo cursos, ahora que está tan de moda. Hoy está muy bien visto hacer cursos al porrillo aunque al final te preguntes, ¿Por qué puñetas he hecho esto? En fin, ¿lo mejor de todo? Tras la paliza que nos hemos dado, trabajos, prácticas, viajes a Madrid, tensión de última hora, stress sumado al cotidiano, horas de calentar la silla del aula escuchando las clases, lo mejor es poder decir que al final hemos conseguido el merecido objetivo. Al menos por ésta vía, la de la UCJC, se ha conseguido, porque si estuviéramos aún esperando a la Escuela Pública de Arquitectura Técnica de Sevilla, nos habrían salido telarañas y eso que contribuimos generosamente a su sostenimiento con nuestros impuestos.
El final de curso ha sido de “mear y no echar gota”, para rematarlo una lista de notas que no salía ni con fórceps. El último día, digo bien el ultimísimo día, por fín cuelgan las notas. ¿Las notas? Bueno, algo parecido. En ésta bendita hora continuamos sin conocer de donde proceden. Desconocemos las notas de las prácticas, desconocemos las notas de los exámenes de Madrid, desconocemos…Sería un gran ejercicio de esclarecimiento y de claridad (que todo lo hace ver tan claro), el haber tenido las notas cuando tocaba, es decir, cada una cuando era terminada la docencia de la materia con sus prácticas correspondientes. Han tenido que pasar cuatro meses para comprobar las notas de las asignaturas impartidas al inicio del curso y de los exámenes realizados en Madrid allá por Mayo. También sería esclarecedor haber tenido tiempo para solicitar aclaración sobre el origen de las notas y el porqué de algunas.
¿Lo mejor? Que por fín hemos terminado y que por fín podemos saborear el título que proximamente obtendremos. Se supone, porque en esto de nuevo, carecemos de información.